¿Quién controla las lluvias? Parte I

Miguel O. Durán Rangel, M.E.G.A

Las lluvias desempeñan un papel fundamental en la disponibilidad de agua para las poblaciones, siendo un recurso vital que impacta directamente en la agricultura y el suministro de agua para el consumo humano. En el ámbito agrícola, las precipitaciones son la principal fuente de irrigación natural para cultivos de secano, proporcionando la humedad esencial para el crecimiento de cultivos y la productividad de la tierra. La cantidad y regularidad de las lluvias influyen directamente en la capacidad de los agricultores para planificar sus cosechas y garantizar la seguridad alimentaria de las comunidades (FAO, 2023).

Además, las lluvias son una fuente primaria de recarga para el recurso hídrico subterráneo, que abastecen en su mayor parte la demanda de agua potable para el consumo humano. Los embalses, ríos y acuíferos dependen en gran medida de las precipitaciones para mantener niveles adecuados de agua. , afectando la disponibilidad de agua potable y aumentando la presión sobre los sistemas de suministro de agua. En este sentido, comprender la importancia de las lluvias es esencial para desarrollar estrategias efectivas de gestión del agua que aseguren la sostenibilidad y la resiliencia de las comunidades frente a los desafíos asociados al cambio climático y la variabilidad climática (Martínez-Austria & Patiño-Gómez, 2012).

Las antiguas civilizaciones han desarrollado a lo largo de la historia diversas prácticas y rituales para atraer la lluvia, reconociendo la importancia crítica de este fenómeno para la supervivencia de sus comunidades. En el contexto de las civilizaciones mexicanas, como la azteca y la maya, la lluvia era considerada un don divino esencial para la fertilidad de la tierra y la prosperidad de las cosechas. Los rituales de invocación de la lluvia se realizaban a menudo en torno a deidades asociadas con el agua, como Tláloc entre los aztecas y Chaac entre los mayas.

Tal y como lo exponen Serrano Santiago y Gómez García (2023), las antiguas comunidades prehispánicas llevaban a cabo ceremonias elaboradas, como la danza de la lluvia, donde los participantes realizaban movimientos simbólicos imitando la caída de la lluvia y ofrecían sacrificios a sus dioses. Además, construían templos y altares específicos dedicados a las deidades de la lluvia, buscando ganarse su favor para garantizar la llegada oportuna de las precipitaciones. También utilizaban amuletos y objetos rituales que simbolizaban la conexión con las fuerzas divinas del agua. Estas prácticas reflejaban la profunda conexión espiritual de estas civilizaciones con la naturaleza y su comprensión intuitiva de la interdependencia entre la lluvia, la agricultura y la vida cotidiana.

Sin embargo, si se analiza desde el punto de vista de las ciencias atmosféricas, la formación de la lluvia es un proceso intrincado que involucra principalmente la coalescencia de gotas de agua en las nubes. Este fenómeno comienza cuando el aire húmedo asciende y se enfría, provocando que el vapor de agua se condense en diminutas partículas conocidas como núcleos de condensación. Estas partículas actúan como puntos de inicio para la formación de gotas de agua en la atmósfera. A medida que estas gotas colisionan y se fusionan, crecen en tamaño hasta que la fuerza de la gravedad las lleva a caer en forma de lluvia. Este proceso, llamado coalescencia, es esencial para la precipitación y se repite en las nubes, generando un ciclo constante de formación y caída de gotas de agua (Brune, 2023).

Por otro lado, el origen de las lluvias conocidas como orográficas, se produce cuando una masa de aire húmedo se encuentra con una barrera geográfica, como una cadena montañosa. Al ascender, el aire se enfría y se condensa, liberando su contenido de vapor de agua en forma de lluvia. Las montañas actúan como obstáculos físicos que obligan al aire a elevarse, provocando la liberación de precipitación en el lado de barlovento (parte de donde viene el viento), mientras que en el lado de sotavento (parte contraria a donde viene el viento), la región experimenta un efecto de sombra de lluvia, con condiciones más secas. Este fenómeno se conoce como efecto Foehn o Föhn y explica por qué ciertas áreas, como la costa oeste de algunos continentes, pueden recibir lluvias significativas debido a la interacción entre el flujo de aire húmedo y la topografía (Brune, 2023).

Figura 2: Ilustración de lluvia orográfica, Generado con Bing IA

En resumen, podríamos decir que la formación de la lluvia requiere condiciones atmosféricas específicas que varían según los mecanismos físicos involucrados en el proceso de precipitación. Para la coalescencia, es esencial una atmósfera cargada de humedad con la presencia de núcleos de condensación, pequeñas partículas que actúan como catalizadores para la formación de gotas de agua en las nubes. En el caso de las lluvias de sistemas frontales, se necesitan dos masas de aire con diferentes temperaturas y niveles de humedad que convergen. Cuando una masa de aire cálido asciende sobre una masa de aire más frío, se produce un enfriamiento adiabático, lo que provoca la condensación del vapor de agua y la formación de nubes, seguido por la precipitación. Por último, en las lluvias orográficas, la topografía juega un papel crucial. Estas condiciones ilustran la diversidad de factores que contribuyen a la formación de la lluvia, desde la humedad atmosférica hasta la interacción dinámica entre masas de aire y la influencia del terreno en el caso de las lluvias orográficas (Brune, 2023).

En respuesta a la creciente preocupación por la escasez de agua y las sequías, algunos gobiernos han explorado la posibilidad de estimular artificialmente la lluvia como medida de gestión hídrica. Esta técnica, conocida como modificación del clima o modificación atmosférica, implica la aplicación de métodos destinados a aumentar la precipitación en regiones afectadas por condiciones de sequía. Entre las técnicas utilizadas se encuentran la siembra de nubes, que implica la dispersión de sustancias como yoduro de plata desde aviones para fomentar la formación de gotas de agua, y la ionización atmosférica, que busca influir en las cargas eléctricas en las nubes para estimular la coalescencia. Aunque la efectividad de estas prácticas es un tema de debate y su impacto a largo plazo no está completamente comprendido, la estimulación de lluvias ha surgido como un enfoque innovador para abordar los desafíos relacionados con la disponibilidad de agua en regiones propensas a la sequía.

Bibliografía

Brune, W. (2023). Fundamentos de la Ciencia Atmosférica. https://espanol.libretexts.org/Geociencias/Meteorolog%C3%ADa_y_Ciencia_del_Clima/Libro:_Fundamentos_de_la_Ciencia_Atmosf%C3%A9rica_(Brune)/zz:_Back_Matter/30:_Detailed_Licensing

FAO. (2023). Agua de lluvia, productividad de la tierra y sequía. https://www.fao.org/3/y4690s/y4690s07.htm

Martínez-Austria, P., & Patiño-Gómez, C. (2012). Efectos del cambio climático en la disponibilidad de agua en México El cambio climático: Vol. III (Issue 1).

Serrano Santiago, A., & Gómez García, L. (2023). Desde la danza de la lluvia hasta el bombardeo de nubes: ¿Soluciones para combatir la sequía? https://unesco.udlap.xyz//desde-la-danza-de-la-lluvia-hasta-el-bombardeo-de-nubes-soluciones-para-combatir-la-sequia/